He seguido dándole vueltas al tema del falso documental de
Jordi Évole estas semanas. Por un lado, porque se ha seguido escribiendo en la
red sobre ello, y por otro, porque me encuentro sus diferentes contenidos y
enfoques a diario: el sistema, el poder, la manipulación de los medios…
No sé si finalmente su emisión ha tenido repercusión en la
credibilidad del programa o en su audiencia, pero sigo viendo positivo el
debate y la reflexión que ha generado. Parece que desde el punto de vista
audiovisual fue bastante impecable, que al principio todos estábamos
ojipláticos, pero más o menos pasada la mitad, la mayoría nos olimos algo raro. Fue un buen momento para recordar el ensayo de Javier Cercas Anatomía
de un instante y aferrarse a él.
Algunos de los post más críticos que he leído acusan a Évole de ególatra o recuerdan que La Sexta pertenece al
imperio mediático de tendencia conservadora A3 Media, y que nada en pro del derecho
a la información o del sentido crítico puede salir de ahí.
Con respecto a la imagen del Rey se pasó por varios estados:
desde el “ya sabía yo que Juan Carlos no era trigo limpio”, el “no podía ser
verdad, el Rey fue clave para evitar el golpe”, hasta la tesis de que están
allanando el camino para el futuro traspaso del cetro al príncipe. Algunos de
estos post señalan precisamente que Salvados está vendido a su cadena y que no
hizo más que apuntalar nuestro sistema político defectuoso, heredado de la
Transición, para que, con su disfraz de programa combativo, los cambios nos
lleven a que todo siga igual.
Estoy de acuerdo con la interpretación de que, al no estarbien rematado el final del falso documental, nos arriesgamos a que haya calado
más el mensaje de que es imposible informarse bien que el hecho de que todavía
no sean públicos todos los documentos acerca del 23F. Puede reforzarse la idea
de que es imposible saber la verdad, que la infoxicación nos lo impide. Así,
nos aferraríamos más a lo que siempre nos han contado, a lo que ya sabemos, y
punto.
La típica frase de “todos los medios son iguales, es
imposible saber la verdad”, sólo pone en evidencia la dificultad de encontrar
información de calidad (por exceso, no porque no haya). Nos terminamos creyendo
que, efectivamente, no podemos formarnos un sentido crítico y aplicarlo, cuando
no es cierto.
Que los medios manipulan a la población, es decir, que
influyen en la manera de pensar y en el qué pensamos, es cierto. Pero no sólo
de manera malintencionada. Los medios son precisamente eso, mediadores de los
hechos, y por tanto siempre nos interpretan lo que ocurre. No se trata de
objetividad e imparcialidad, sino de honestidad y ética periodística.
Por otra parte, es cierto que A3 Media es una gran
empresa mediática que nos envía los mismos mensajes por muchos canales y
medios de información. Casi todas las grandes emisoras de radio, canales de TV
o medios impresos a nivel mundial pertenecen a unos pocos conglomerados
empresariales. Así, es difícil escapar a un determinado tipo de mensaje que es
bastante homogéneo. A la ideología mayoritaria en la estructura social y
económica le resulta fácil multiplicarse y retroalimentarse. Hace rebotar en el
público sus ideas para que las reforcemos.
Es una realidad en el análisis del discurso periodístico que
cada lector o televidente busca la información que más se acerca sus creencias
o certezas construidas socialmente. De manera que, la manipulación mediática, termina
siendo un acuerdo social en el que cada uno decide cuánto quiere esforzarse por
saber y en qué temas le merece la pena profundizar. Qué cosas le compensa
asumir como tales y por cuales prefiere luchar y tener la oportunidad de intentar
cambiar.
Puede que Salvados sólo sea una pieza más del engranaje mediático dominante. La voz discordante que las propias estructuras de poder permiten para que el público piense que sigue teniendo espacios de libertad pero que, en realidad, tiene pocas posibilidades de provocar un cambio. El herético de Ramón Reig. Pero también puede que dependa de cada uno aprovechar las grietas del discurso dominante y ver un poco más allá.
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