El decrecimiento es una forma de vida. Quizás ya hayan
escuchado hablar de él. Es una concepción social y económica de la existencia
basada en el convencimiento de que ya no podemos seguir explotando los recursos
naturales, ni relacionándonos con el resto de personas, como solíamos hacerlo. Es una filosofía que intenta recuperar la calidad de vida que perdimos
al hacernos esclavos del trabajo y el consumo. Es anticapitalista y
antipatriarcal.
Al menos esto es lo que entendí de la explicación de Carlos
Taibo, profesor
de Ciencias Políticas, militante de la vida y defensor del decrecimiento. En el
contexto de un curso sobre Análisis de Conflictos Internacionales, Taibo nos
dió una clase de realidad, saber vivir y pensamiento crítico.
Con una claridad arrolladora y una empatía desbordante nos
habló de la globalización con apellidos, la capitalista o neoliberal, de la
especulación, la fusión de capitales, la deslocalización, la desregulación,...
Nos habló del gran paraíso fiscal en el que algunos se empeñan en convertir
este planeta, eliminando cualquier característica social, humana o
medioambiental.
Resulta que nos han enseñado a identificar crecimiento
económico con bienestar y se trata de una afirmación bastante relativa o
esencialmente falsa. Quizás en una primitiva fase fue así, pero ya no.
Con estas ideas, hablamos en la clase sobre cohesión social, empleo, medio
ambiente. Hablamos de necesidades humanas, de otros recortes posibles y de
reducción del consumo. Hablamos de localismos, democracia y participación.
Habló Taibo de sobriedad y sencillez, y todo su cuerpo y su voz rezumaban ambas
características.
Para mí, la globalización capitalista podría tener un
pariente ingenioso: la globalización informativa. La era de las comunicaciones
puede tener algo positivo y esto es la transferencia de conocimiento. Taibo
añadió algo más, y es que esto podría - sólo podría- haber dado como resultado
una mayor capacidad contestataria de los movimientos sociales.
Acciones locales de repercusiones globales. Un trato más humano entre humanos. Reparto de recursos, bienes y trabajo. Porque la vida en sociedad no es una competencia constante de todos contra todos, aunque sea lo que nos enseñan desde la escuela.
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